Ofrecimiento




A quien pule el granizo

y al que lo esparce,

ignorando si aún cae

sobre la tierra.

A quien lava la nieve

y a quien la parte

con blanca exactitud muy copo a copo.




A quien recuerda sólo

los mejores momentos

y vierte el infortunio en el olvido.

A quien conoce el nombre de las plantas

y los supersticiosos remedios

de sus pétalos.

A quien nunca acató las órdenes

supremas del que mata muy dulce

al propio semejante.

A quien nunca ha pisado tierra firme

porque nunca ha salido de palacio.

A quien se pincha y sangra.

A quien cree que la cera de una vela es eterna,

que la fogosidad,

la pasión verdadera,

se funda en una noche y dura

para siempre, sin apreciar que el siempre

es el siempre de siempre que siempre

y siempre y nunca ha estado.

Para aquel que almidona las alas

de los ángeles

antes de la alborada

y sus tardas cuadrigas.

El que entra en el amor y queda

definitivamente.

El que amó aquella noche por vez primera

y última.

El que hace del placer su mandamiento.
 

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