Poemas de álbum amarillo: Argos


Los caseros no atienden a sus ojos,

pero detrás de sus negras pestañas

oculta una tristeza tan redonda

que apenas le permite la mirada.

Por eso algunas veces con la cola,

cuando escucha el sigilo de las vacas,

dibuja sobre el barro en que reposa

retazos de impotencia y de desgana.

Y poco a poco el giro de las moscas

que rondan sobre él noche y mañana,

le han dado un parecido con las cosas

que a la muerte se pudren olvidadas.

Su hocico respingón ya tiene forma

del aullido más último del alma,

y de aquella nariz de caracola

tan única en los rastros de la caza,

cuelga la transparencia de una gota

que ya no puede secarse con la pata.

Y aunque sigue esperando, de su boca

sale de vez en cuando esa palabra

con que expresan los perros su derrota;

y lloriquea y cae y se levanta...
 

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